Ya estoy otra vez esperando al autobús. Llega, y está a rebentar. Pasen al fondo. Con paciencia, estoy dentro. Un conductor que responde a mis "buenos días" con algo parecido a media sonrisa. Consigo agarrarme a la barra, a la altura de la oreja de una chica. Lleva el pelo largo y, por lo que notan mis nudillos, aún está húmedo después de la ducha de esta mañana. Curioso grado de intimidad el de la hora punta.
Leer en este espacio es prácticamente imposible, así que mi compañía entra por los oídos a través de los auriculares. La acidez de Abraham Boba, los riffs a caballo entre el rock sucio, el punk transparente y el pop retrospectivo al que remiten los teclados en bucle de León Benavente. La vida urbana se ve distinta. Asómate a la ventana. Te hará sentir un turista. Y de atracción en atracción, de estímulo en estímulo, arranca el día y no vale arredrarse: "La Ribera" anima a comérselo a mordiscos.
"La Ribera" se incluye en el segundo largo de León Benavente, al que han dado en llamar 2 (Warner Music, 2016). Un disco que se hace más que corto, firmado por uno de los grupos más certeros y afilados de estos días.