Saludos!
Ha sido más de un mes de ausencia por estos blogs de Dios, pero tras mi tanda de estrés cuatrimestral, vuelvo con más tranquilidad, esperando recuperar un ritmo regular de escritura.
Ah, sí. La propina del título. Se trata de un relato corto (muy corto) que escribí hace un tiempo, y que os regalo a todos los que queráis leerlo. Espero vuestros comentarios.
MIOPÍA
No era una noche normal. No podía conciliar el sueño de ninguna manera. Había intentado cerrar los ojos y estarse muy, muy quieto; nada. Había intentado escuchar los sonidos del ambiente, ruidos corrientes de algún coche que pasaba por debajo de su ventana; nada. Había intentado centrarse en cada uno de sus miembros, notar su peso y sensaciones del contacto con la sábana; nada. Nada, nada, nada. De manera casi compulsiva, sus párpados volvían a abrirse para no ver más que oscuridad y los rasgos de los muebles de su habitación, difusos por su miopía.
Miraba hacia la puerta fijamente, viendo el arco del pasillo: una sombra negra de bordes desdibujados en contraste con la pared blanca. Su corriente interna de pensamientos fluía con una rapidez inusitada: mucho más que durante el resto del día, en que se había encontrado cansado y somnoliento. Su mente cantaba canciones que había oído no recordaba cuando, recordaba historias leídas, caras vistas en algún momento. Y en ese estado se encontraba cuando el torrente de ideas paró en seco, focalizada su atención en otro punto: algo no debía estar ahí. No en esa esquina del arco de la puerta. Por mucho que entrecerraba los ojos, no podía distinguirlo bien. Sólo veía sombras, immerso como estaba en aquel ambiente de luz nocturna. No era muy grande, apenas un bulto en el suelo, pero había avanzado hasta situarse justo en la puerta de su cuarto. De hecho, habría jurado que aquello había rodado.
En medio de tal desconcierto, pensó quizás en avisar a su hermana, que dormía en la habitación de al lado, pero sólo la idea de acercarse a eso le producía escalofríos. ¿Un animal? Pensó que igual era una visión provocada por el cansancio, que al cerrar un rato los ojos y reabrirlos habría desaparecido: no fue así. El nerviosismo iba calando poco a poco, el miedo, paralizándolo. Aquello era irracional, pensaba. Así que, con un rápido movimiento, casi una convulsión, acercó su mano al interruptor de la lámpara de la mesita. Apenas tuvo que ponerse las gafas para distinguir, entre sollozos ahogados, la mirada gélida de su hermana, contemplándolo desde el suelo.
1 comentario:
Mdre mía qué miedo... :S
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