Siguiendo los consejos de un buen amigo, me acerqué a los últimos trabajos de la banda de Liverpool Anathema. Ya eran viejos conocidos, cuando en una época más oscura, llegó a mí un One Last Goodbye que me sorprendió. Era un tema denso, y vivo en el más puro estilo de la vida de las semillas: asomaba tímido, planteaba un esqueleto simple y progresivamente, iba perdiendo la vergüenza para crecer y desatar toda esa rabia ante ese último adiós, para terminar volviendo a la tierra, cerrándose en sí mismo, más plácido. Me pareció una pequeña maravilla en la producción de este grupo que ha pasado por diversas etapas, más crudas, más progresivas, más industriales.
Y como pasa a veces, parece que la música nos sigue en nuestro recorrido. Y ahora que incorporé esa parte más dura a mi mochila de gustos musicales con los que puedo seguir disfrutando, aunque no sean mis gustos presentes, llegan Hindsight (2008) y Falling Deeper (2011). En estos dos álbumes, han recuperado viejos temas como aquel One Last Goodbye y otros como A natural disaster o Flying. En una comparación egocéntrica, parece que como ocurrió con mi yo adolescente, se han suavizado en algunas formas, se han pulido texturas. El resultado de mi evolución no soy yo la más adecuada para valorarlo, y tampoco es el tema que nos ocupa, pero el caso es que estas canciones aparecen agradablemente renovadas, renacidas. Teclados, voces limpias, guitarras acústicas transparentes y solos de melodías inacabables. No han perdido su esencia, al contrario: una desearía que este hubiera sido el germen de las versiones posteriores, que se hubieran ido enriqueciendo a partir de ellas.
En resumidas cuentas, Anathema mira hacia atrás caminando hacia delante. Un par de álbums para preparar los auriculares, estirarse en la cama y cerrar los ojos. Y tú, ¿no sientes la semilla?
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