Hoy estoy realmente cansada. Uno de esos cansancios que dan hambre, que dan gusto, que dan sueño. Pero de nuevo, siguiendo un impulso, vuelvo a sentarme a escribir otro rato, antes de darme por vencida y caer sin remedio en la cama. Momento que, hay que decirlo, una se recrea imaginando en días como hoy.
Hoy he dado un paseo inspirador. Voluntario sólo en parte, durante dos horas he caminado por calles de Barcelona por las que no había estado nunca, sabiendo que sólo dependía de mis pies, que tenía tiempo por delante. He recuperado sensaciones de un camino muy particular, que pese a haber realizado hace ya unos meses, no me abandona. Y es que sin metro, las distancias se hacen conscientes.
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Hoy he escuchado también una nueva pieza musical que no conocía: Sonatine pour Ivette, del compositor Xavier Montsalvatge. Este año se conmemora el centenario de su nacimiento, y, lo admito, su obra nunca me había llamado la atención. En clase de lenguaje musical, los vivos siempre nos habían dado un poco de repelús. Pero claro, una se hace mayor, y afortunadamente la música sigue ahí, y tengo la suerte de tenerla muy presente en mi trabajo. Justo allí ha llegado esta Sonatina, que se estrenó en 1962. Una pieza para piano sin pretensiones, dedicada por el compositor a su hija Yvette. Y de las que me gustan a mí: que se dejan seguir, pero no te dejan descansar. Disonancias atacando tus expectativas de comodidad. Aquí os la dejo en una grabación de Alicia de Larrocha, no se me ocurre otra mejor.
He de decir que esta tarde, por un momento he pensado si había tomado la decisión acertada empezando a andar. La respuesta me ha llegado a través de una frase escrita con tiza en una pizarra:
"El que camina mucho y lee mucho, ve mucho y sabe mucho".
Este Cervantes...