Acabo de llegar de ver el concierto de Marilyn Manson en Badalona... Ha sido impresionante. Este tío es un genio.
Me voy a dormir, afónica y probablemente mañana, con agujetas en el cuello. Pero eso sí, orgullosa de ello como si fuesen heridas de guerra. Qué grande, Manson...
Buenas noches.
jueves, 22 de noviembre de 2007
miércoles, 14 de noviembre de 2007
Significados...
Aviso: esta entrada puede resultar un tanto indigesta.
Dentro de los músicos suele existir la concepción de que una música ha de ser percibida de determinada manera (acorde normalmente a las intenciones del compositor) y de no ser así, es debido probablemente a falta de conocimiento específico sobre el tema (no conocer el “lenguaje” de determinado autor, …). Es decir, se prefija un significado más o menos exacto que el oyente ha de interpretar al oír la obra.
Está claro que los diferentes componentes de la música ponen en funcionamiento diferentes áreas del cerebro: melodía y emociones, armonía e intelectualidad, ritmo y movimiento… Estas relaciones han sido explotadas a lo largo de la historia a través por ejemplo, del Affektenlehre en el Barroco, forma estructuradísima de determinar cuáles eran los resortes a activar en el oyente con según qué recursos. Pero, ¿hasta qué punto nos afecta a todos de la misma manera?
Cada persona tiene un bagaje propio que se conforma no sólo de la educación académica, sino de sus vivencias personales, su entorno, su círculo social,… Y esto influye en gran medida a la hora de elaborar, no solo el significado de una obra musical sino de cualquier suceso, concepto u objeto. ¿Todo el mundo se queda con la misma idea al salir de ver una película: con la visión que el director quiso plasmar? No tiene sentido.
Ejemplo personal: puedo entender el lenguaje de una obra de Ligeti, analizarlo, admirar su capacidad compositiva y su efectismo al interpretarlo. Pero nunca siento la conexión íntima que establezco con ese “algo” cuando oigo, por ejemplo, un tema concreto de Pereza.
Cuando buscamos el significado de cualquier pieza musical, venimos predeterminados. Siempre e inevitablemente. No existe una escucha musical pura. Siempre comparamos inconscientemente, buscamos referentes, e incluso en casos concretos, podemos conocer previamente al autor o la obra sin haberla tan siquiera escuchado. De tal manera, el significado siempre será diferente para cada receptor (que deja de ser pasivo, como en la consideración de oyente).
Un ejemplo es la musicoterapia, donde la elección de una determinada música es vital y absolutamente personalizada y puede garantizar una mejoría o abocar a la catástrofe la iniciativa del terapeuta. Música “que relaja” puede ponernos histéricos o bien podemos relajarnos con un tema de Marilyn Manson.
Ejemplo: ejercicio de la cerilla. En el tiempo que dure encendida, escribir qué pensamientos provoca. Múltiples diferencias en un hecho tan simple y tan aparentemente objetivo. ¿Qué no será la música…?
Ejemplo: cuando escucho Kaiser Chiefs, pienso en ciudad de noche, frío y lluvia. Lo asocio con la música exclusivamente hablando? Pienso eso porque conozco que son ingleses y sé que en Londres hace frío, llueve y predomina el gris?
Seguiremos informando.
Dentro de los músicos suele existir la concepción de que una música ha de ser percibida de determinada manera (acorde normalmente a las intenciones del compositor) y de no ser así, es debido probablemente a falta de conocimiento específico sobre el tema (no conocer el “lenguaje” de determinado autor, …). Es decir, se prefija un significado más o menos exacto que el oyente ha de interpretar al oír la obra.
Está claro que los diferentes componentes de la música ponen en funcionamiento diferentes áreas del cerebro: melodía y emociones, armonía e intelectualidad, ritmo y movimiento… Estas relaciones han sido explotadas a lo largo de la historia a través por ejemplo, del Affektenlehre en el Barroco, forma estructuradísima de determinar cuáles eran los resortes a activar en el oyente con según qué recursos. Pero, ¿hasta qué punto nos afecta a todos de la misma manera?
Cada persona tiene un bagaje propio que se conforma no sólo de la educación académica, sino de sus vivencias personales, su entorno, su círculo social,… Y esto influye en gran medida a la hora de elaborar, no solo el significado de una obra musical sino de cualquier suceso, concepto u objeto. ¿Todo el mundo se queda con la misma idea al salir de ver una película: con la visión que el director quiso plasmar? No tiene sentido.
Ejemplo personal: puedo entender el lenguaje de una obra de Ligeti, analizarlo, admirar su capacidad compositiva y su efectismo al interpretarlo. Pero nunca siento la conexión íntima que establezco con ese “algo” cuando oigo, por ejemplo, un tema concreto de Pereza.
Cuando buscamos el significado de cualquier pieza musical, venimos predeterminados. Siempre e inevitablemente. No existe una escucha musical pura. Siempre comparamos inconscientemente, buscamos referentes, e incluso en casos concretos, podemos conocer previamente al autor o la obra sin haberla tan siquiera escuchado. De tal manera, el significado siempre será diferente para cada receptor (que deja de ser pasivo, como en la consideración de oyente).
Un ejemplo es la musicoterapia, donde la elección de una determinada música es vital y absolutamente personalizada y puede garantizar una mejoría o abocar a la catástrofe la iniciativa del terapeuta. Música “que relaja” puede ponernos histéricos o bien podemos relajarnos con un tema de Marilyn Manson.
Ejemplo: ejercicio de la cerilla. En el tiempo que dure encendida, escribir qué pensamientos provoca. Múltiples diferencias en un hecho tan simple y tan aparentemente objetivo. ¿Qué no será la música…?
Ejemplo: cuando escucho Kaiser Chiefs, pienso en ciudad de noche, frío y lluvia. Lo asocio con la música exclusivamente hablando? Pienso eso porque conozco que son ingleses y sé que en Londres hace frío, llueve y predomina el gris?
Seguiremos informando.
Sorprendente Silencio de Blanca
Disculpad una intromisión en la lista. Hace escasamente cuatro días cayó en mis manos la novela "Silencio de Blanca", de José Carlos Somoza. De entrada, el autor me dio confianza, puesto que todo lo que he leído de él hasta el momento me ha gustado muchísimo (véase "La Dama número 13", "Zig Zag" y "La Caverna de las Ideas"). Igualmente, siempre he pensado que ésta es un arma de doble filo, ya que siempre, y sin poder evitarlo, al empezar un libro nuevo pienso si será éste el que me dará la primera decepción...
Sobrepasada la inquietud inicial ante el nuevo material, otras referencias: ganador del premio La Sonrisa Vertical en 1996. ¡Más de diez años! Esta pista me lleva a imaginar el inevitable toque erótico del relato. Obviamente, no me equivoco. Y me sorprende leer cómo se maneja en estas tesituras el escritor cubano afincado en Madrid.
Última pista antes de empezar a leer: la temática musical que ya se advierte en el título y que forma parte de la trama básica de la novela. Aunque no imaginaba hasta qué punto, llegando a ser un elemento estructural.
Cuatro días. Esos han sido los que ha durado el libro en mis manos antes de terminar. Una lectura protagonizada por un profesor de piano, intérprete ocasional, que se halla en el proceso de preparación de un recital de los Nocturnos de Chopin. Éstos se cuelan como un elemento más de la narración: el concierto y su estructura son los pilares de la novela, su desarrollo interno sigue el desarrollo de los acontecimientos... Paradógico, si contamos con que los libros son mudos por definición.
Junto con ello, una reelaboración ficticia de un capítulo de la vida de Chopin, que el protagonista decide reescribir a su manera, influenciado por los acontecimientos que le suceden. Todo ello enmarcado en la tormentosa relación de Héctor, pues así se llama el personaje central, con las mujeres de su vida, que intenta construir según su necesidad.
Y un final demoledor. Sorprendente. Da sentido a todo lo anterior y te hace desear una segunda lectura detenida, mientras piensas: "Cómo no he sido capaz de verlo..." Un círculo perfecto. Ese bis que todos esperan.
sábado, 3 de noviembre de 2007
Devil's Slingshot: virtuosismo con buen gusto
Ayer tuve oportunidad de asistir al concierto que ofrecieron los Dream Theater en Badalona. Como he anunciado en el apartado dedicado a próximas entregas, lo comentaré más en profundidad más adelante.
El caso es que me hizo reflexionar sobre otro concierto, mucho más modesto en cuanto a medios, al que asistí y no había comentado aún en esta casa de muñecas.
Se trata de la actuación de "Devil's Slingshot" en la sala Apolo 2, hace unas semanas. El nombre, como a mí en un principio, igual te puede dejar igual que estabas, pero quizás si decimos que se trata de una banda compuesta por Billy Sheehan (bajo), Tony McAlpine (guitarra) y Virgil Donati (batería), te puedes ir situando más dentro de los grandes del hard rock.
Cuando me propusieron ir a este concierto, pensé que mi condición de melómana me estaba poniendo en un aprieto: no sé decir que no a ir a ningún concierto (ni que sea Bartolo con su flauta), pero un concierto instrumental de un mínimo de 90 minutos conociendo el nivel de virtuosismo de los participantes, se me antojaba un posible aburrimiento máximo de lucimientos individuales sin excusa "musical" alguna. Pero finalmente pensé: son músicos de nivel, algo bueno tendrán que ofrecer, así que...
Casi sin querer, me encontré metida en uno de los conciertos que más he disfrutado nunca. Temas bien hilados, con cada músico en su papel, sin abusar de virtuosismo innecesario, seduciendo más que enseñando. Se intuía ese nivel del que ninguno se quedaba atrás, pero sobretodo buen gusto. Supieron crear una atmósfera en la que el escaso público que allí nos encontrábamos disfrutamos al máximo, implicándonos en aquella música con base rítmica impecable, interesante y atractiva, líneas melódicas emotivas y riffs endiablados, con los que sacudirnos como si de cualquier banda de masas se tratara. Eso sí, con un nivel musical mucho más elaborado.
¿Qué quiero decir con eso? Que allí el oyente importaba; que la música estaba hecha no sólo para el lucimiento de los intérpretes, sino para el que estaba al otro lado. Que se puede contar con el espectador e impresionarlo sin necesidad de abrumarlo con cambios métricos que sólo la banda entiende, o patrones con primacía suprema de la velocidad más innecesaria. (Y con esto igual intuís por donde va mi impresión del concierto de DT que citaba al principio...) Y el resultado global nota esta diferencia...
De todas formas una única queja sobre este concierto, no imputable a los músicos: la escasa difusión y promoción del evento. Se me remueve el alma cuando en actuaciones como ésta, con personas de este nivel, apenas se juntan 200 personas (si llegaba...). La única manera de descubrir el evento era por el tradicional método del boca oreja: claramente injusto e insuficiente. Suspenso a los promotores.
PD: Os dejo un enlace a una crítica de un espectador del concierto de Madrid: http://www.rzk-voyager.com/concerts/index.php?nLang=3&id=144
PD2: Y el MySpace de la banda: http://www.myspace.com/devilsslingshot
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