And she tried to change my mind
She said, don’t waste your time in looking
There’s nothing left to find.
Suena a topicazo: la vuelta al cole. Septiembre, el otoño, renovación. Pero la verdad es que no se me ocurre mejor manera para hilar la puesta en marcha post-vacacional de esta página. Durante estos meses de verano, he ido eludiendo la gran pregunta: ¿la cierro o no la cierro? Ha sido una época de cambios, de adaptación. Cierto es que existen muchas páginas musicales en esta esfera virtual: mucho más actualizadas, mucho más modernas, si quieres llamarlo así.
LibertadSonora, la verdad, nunca ha sido una página trendy, ni lo ha pretendido. Así que, una vez asumido que uno es su propia competencia, y que las cosas cuando mejor se hacen es por gusto: ¿por qué bajar la persiana de mi espacio personal? Todo sigue adelante, y no puedo evitar cada día caer en nuevos sonidos, o sonidos antiguos que vuelven a mis oídos. Como me dijo un buen amigo hace un par de días: “María, tú te alimentas de música”. Y no le falta razón. Cada momento para mí lleva una banda sonora de fondo. Y eso es algo que no quiero dejar perder. Que quiero fijar y compartir contigo, quien quiera que seas, y que estás al otro lado del muro.
Así pues, quitamos el cartel de “Cerrado por vacaciones” y levantamos la persiana. Verás que ya rondan por aquí nuevos artículos que han ido surgiendo estos días. Y veamos qué nos depara el nuevo curso. ¡Se admiten sugerencias!
Por carambolas de la vida, tuve la suerte este año de ver por dos veces a Roger Waters en su gira de aniversario de “The Wall”, en el Palau Sant Jordi en Barcelona y en el Palais Bercy, en París. Del álbum ya hablamos en su día, y sobre los conciertos se han escrito líneas y líneas en los diferentes medios de comunicación. Es por eso que prefiero salir de la crítica pura y dura, para entrar en terrenos más… musicológicos. ¡Y que nadie se me asuste! No soy yo de tochos incomprensibles… Espero no caer en la trampa justo hoy.
Al grano: lo que vi fue mucho más que un concierto cualquiera. Las aproximadamente dos horas de música encerraban mucho más que un artista concreto interpretando un álbum. Aquél disco, que había sido un retrato autobiográfico del propio Waters hace más de treinta años, crecía: sus significados se habían ampliado, pasaban de un individuo a todo un colectivo social. Las imágenes y símbolos que acompañaban cada uno de los cortes del álbum, nos remitían a algo más grande: tú eras también aquel crío asustado tras el muro. De esta manera, el enfrentamiento de Waters a su propia historia se convertía en el enfrentamiento de todos contra un sistema. Así pues, el álbum no sólo resistía el paso del tiempo, sino que cambiaba, se actualizaba por sí mismo y parecía tener más sentido que nunca.
Esta sensación, combinada con el despliegue tecnológico y escenográfico, que acompañaba al desarrollo sonoro con un impecable desarrollo visual, me remitió directamente a aquellas horas de estudio dedicadas, sí, a Richard Wagner. Horas que giraban sobre un concepto: la obra de arte total, la gesamtkunstwerk, para ser más exactos. Esta idea tan propia del compositor germano abogaba por óperas que fuesen más que óperas: más que música, más que teatro, más que arte plástico. Buscaba crear algo que trascendiera todo aquello, que extrajera lo mejor de cada arte en beneficio de una última creación.
Antes de que algún wagneriano se me eche encima, aclararé: ¿Qué tienen que ver Roger Waters y Richard Wagner? A parte de compartir iniciales, no mucho. Pero lo que me hizo retrotraerme hasta el XIX fue una idea que se da en contadas ocasiones: la obra superando al creador. Así como las obras de Wagner sobreviven más allá del propio autor, se reinventan año tras año, las hemos visto con mil y una escenografías, ¿porqué no imaginar un The Wall re-interpretado dentro de, quién sabe, treinta años? De igual manera que “Parsifal” existe por sí mismo, también “The Wall” tiene su propia entidad.
Está por llegar el estudio musicológico que defienda su cohesión interna, su capacidad de renovación, el mundo audiovisual que se ha creado a su alrededor. Aún parece quedar lejos y pondré un ejemplo práctico. Durante mis estudios, hice justo esta propuesta de trabajo a uno de mis profesores. La respuesta fue: “Deberías saber que no es lo mismo analizar a Liszt que a La Macarena”. Ante esto, sólo me quedaron más ganas aún de enfrentarme al estudio algún día y una frase popular rondándome la cabeza: ¡qué atrevida es la ignorancia!