Quizás sea pretencioso contestar esta pregunta, pero es mi espacio y me mojo: sí. Existen canciones, melodías, que nos apetece escuchar a la luz de las farolas, bajo un paraguas o al refugio de una manta. Y suele pasar que estas músicas, y mejor en soledad, te llevan a un estado distinto, un estado que no sé bien con qué palabra definir: ¿Recogimiento? ¿Reflexión? ¿Transcendencia?
Y es que el mundo a veces parece que te guiñe un ojo. Hoy venía disfrutando yo de este paseo con banda sonora, cuando mi mente me ha llevado a pensar sobre una noticia que leí hace poco. Un grupo de científicos han iniciado un estudio que pretende demostrar si vivimos o no en un universo informático. No en el sentido tecnológico, sino en el sentido de un universo creado por la informática, un microcosmos artificial. ¿Tendría sentido pensar que generaciones posteriores a la nuestra hubiesen avanzado tanto como para recrear un universo y estudiar su desarrollo?
En eso pensaba yo, cuando empecé a detectar esas bromas que te gasta tu entorno: una pantalla de error de windows en el metro, caras que se parecen muchísimo a gente a la que conociste en algún momento de tu vida, la canción Universos infinitos en tu modo aleatorio tras una letra que pintaba a unas estrellas que nos miran desde el cielo... Pues bien, todo esto podría llevar a todas partes o a ningún sitio. El caso es que para la pregunta de si soy un avatar en una partida de Sims de alguien del siglo XXX, tengo una respuesta clara: no me importa, merece la pena sin dudarlo. Aunque solo sea por los momentos de introspección bajo la luz de las farolas. Por la inspiración, por el arte, por los guiños. Y es que si realmente hay alguien siguiendo todo esto desde algún punto, debe estar alucinando.
Sin más, termino con una canción de invierno. Karma Police, Radiohead. Termina mi viaje de metro. Un placer.
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