Que sí. Que ha pasado casi un año. Que no es la primera vez que me voy. Pero tampoco la primera vez que vuelvo. Así que aquí estoy de nuevo, aprovechando este espacio en blanco que es mi blog y que hoy ha vuelto a mi mente para recordarme que sigue ahí, disponible, para volcar todo aquello que se me ocurra.
Y ciertamente hay cosas que valen la pena. Porque es cierto que el entorno puede ser aciago a veces, volverse rutinario o gris. También puede parece que sólo en vacaciones o durante nuestros escasos ratos libres es cuando a la belleza o la magia le da por aparecer, en forma de lugar recóndito nunca antes visitado, de fiesta al atardecer, de palacio nazarí. Y es verdad que en esos momentos la mirada se nos vuelve intensa y se nos llenan los poros de energía, pero también lo es que el reto está en buscar precisamente esa intensidad en nuestra vida de cada día, una vez hemos vuelto a nuestra circunstancia habitual.Así que hoy vuelve el otoño. Pero como no podía ser de otra manera, es un otoño nuevo, recién estrenado. Y en él espero encontrar y compartir pequeñas píldoras sonoras de esas que erizan el vello, otra vez, con aquellos que leáis estas líneas. La primera es otra vuelta: la de Damien Rice, después de ocho años de ausencia musical.
Un tema de letra melancólica, una experiencia que se intuye triste y que Rice transforma en algo bello que se desarrolla, cambia, crece y mengua, haciendo que seis minutos se congelen a través de arreglos hipnóticos. Para disfrutar.
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