En estos días, con motivo de sus conciertos en España, la volvemos a tener incluso en los telediarios. Aunque prácticamente podríamos decir que su nombre no abandona, no sólo ya las páginas de magazines más o menos serios, sino las de actualidad de muchos periódicos. Y es que, guste o no, Lady Gaga ha sido el último revulsivo de la industria musical. Con una carrera corta, pero más que intensa, pasó de colarse en las discotecas con singles anodinos como Just Dance, época en la que no era posible prácticamente diferenciarla del resto de "productos femeninos musicales", a ser considerada la artista más influyente del planeta por la revista Time.
¿Qué pasó por el camino? No entraremos en este artículo a repasar los más y los menos de la carrera meteórica de la neoyorquina, para eso preferimos recomendar el artículo que sobre ella escribió nuestra Alaska en las páginas de El País Semanal. Lo que realmente buscamos con estas líneas (sí, nosotros también) es ir más allá de eso. Más allá de la imagen, más allá de las listas, más allá de los premios. Trascender la forma para buscar el fondo.
La forma en Gaga es el caos. Sus influencias se disipan en una neblina de incongruencias: versos de Rilke tatuados en el brazo, obsesión con Andy Warhol, "homenajes" a Bowie o el contratenor electrónico Klaus Nomi, además de la referencia ineludible: la reina del pop, Madonna. Añadámosle a este cocktail la moda histriónica y excéntrica, que nadie osaría llevar, y un discurso... No, mejor tratemos el discurso a parte.
El discurso
El discurso del personaje tiene diversas caras. Primero, irreverencia; compuesta principalmente de referencias sexuales y religiosas (pensemos en la frase con que abrió su concierto en Barcelona: Ya habréis oído que tengo una polla gorda italiana. Venga, ¡ahora sacaos las vuestras! ¡He oído que las tenéis bastante grandes!).
Segundo, debilidad. Imprescindible para el caso la entrevista que concedió a RollingStone, publicada en el número 130 de su edición española, con frases como: “Hay algunas cosas [en mi vida] tan traumáticas que ni siquiera las recuerdo del todo”, sigue diciendo que “Hay que tener mucho cuidado con cuánto revelas a la gente que te admira” y cierra el asunto con la sentencia “Todas las cosas que he sufrido han sido consecuencia de mi búsqueda del arte, de mi intento de joderme a mí misma, como ya hicieron Warhol y Bowie y Mick, por ir a por ello”. Y esto nos lleva al tercer factor del discurso: las citas a la cultura de masas.
La música
Nuestro artículo avanza y de pronto echamos en falta algo: ¿esto no trataba de música? No nos pasa solo a nosotros, gran cantidad sino la mayor parte de información generada en torno a Gaga se centra en cualquiera de los aspectos que acabamos de mencionar. La música es el toque de gracia de toda su combinación. Creadora de las ideas que forman la base de sus discos (antes de pasar por el filtro de los productores más en boga, como RedOne), es especialista en presentar temas que cumplen con los estándares del pop más accesible: estribillos pegadizos, bases bailables y no demasiada profundidad lírica. Muchos de sus fans se obstinan en recalcar su potencial vocal: no somos quién nosotros para decir lo contrario, aunque sí ponemos el dedo en la llaga. La voz de Gaga suena poderosa en temas acústicos como Speechless, no tanto en grandes hits como Alejandro, en los que no deja de sorprendernos la diferencia de timbre entre las versiones grabadas y las versiones en directo. Ahí lo dejamos.
El cierre
Va siendo hora de cerrar esta reflexión. Si tuviéramos que dar una calificativo final al personaje, podría ser el de “reina indiscutible del collage”, aderezado con la capacidad de comunión con sus fans, ante los que se sitúa en el plano de (falsa) igualdad tan habitual en la era 2.0 (“Cuando estés solo, yo también lo estaré. En esto consiste la fama”). Innegable pues su capacidad de comunicación, innegable su influencia estética en un aburrido panorama internacional, innegable su mérito de trabajadora incansable. Pero desde el punto de vista musical, que es el que a nosotros más nos toca… mucha forma y poco fondo.
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