martes, 30 de septiembre de 2008

Deporte en clave de sol

Este es un regalo de una compañera de aventuras literarias, Airuna. ¡Lo comparto con vosotros!
María sudaba burbujas. Flotando en cada una de éllas sonaba una nota. Ese día, su footing llenó el cielo de Vivaldi.

viernes, 26 de septiembre de 2008

"All work and no play makes Jack a dull boy"

Mientras encendía el cigarrillo, Mario recordó aquella película en la que Jack Nicholson pasaba el invierno en un hotel vacío. Aislamiento. Incomprensión. Y como él, horas y horas ante la máquina de escribir. Sí, se sentía frustrado y perturbado con la más mínima interrupción. Decidió ir a hablar con su mujer. Mientras se dirigía a la cocina, pensó que realmente le gustaba Stanley Kubrick.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Ahora

Un solo dedo en la nuca juega con mi pelo. Se me eriza la piel, pero no te lo digo. Espero que lo notes. Sí, lo has notado… y ahora juegas con tus labios. Me engañas, te acercas, te alejas. No puedo verte, pero tampoco quiero. Me gusta que me ataques por la espalda. Escalofrío. Vienes a buscar mi boca. Y yo te espero, sonriendo, intentando resistirme a mis ansias de morderte. Electricidad. Nuestras manos se cruzan, tropiezan, se alteran, se palpan, se oprimen. Nuestros cuerpos se acercan, la respiración se agita. Tú te alteras, yo contigo. Mis labios luchan con los tuyos en una encarnizada batalla sin ganador. Caos, desorden. Te quiero cerca. Más cerca… Y todo desaparece.

La misma historia...

¿Qué día es hoy? Seguro que te veo. Ah sí, martes. Tengo que coger la bolsa del gimnasio. Y seguro que estamos otra vez igual. Que sí, que no, que todo lo contrario. Me reclama el microondas. Que quiero pero no puedo… ¡las zapatillas de deporte! Pondré mientras las tostadas. Me estoy empezando a hartar de todo esto. Borrón y cuenta nueva. Sí. ¿Y qué me pongo? Te odio, ¡sal de aquí! La camiseta roja. O mejor,… no salgas. ¡Las tostadas!

jueves, 18 de septiembre de 2008

Secreto

Seguimos con las voces de mujer... Esta vez, Elena Martín Vivaldi.

Lo que yo tengo en el alma,
¡ay amor! tú no lo sabes;
¡lo que yo tengo en el alma...!

Inquieto recuerdo agudo,
traído en luces de tarde;
aroma sin flor ni olor
estremecido en el aire.

Un querer lo que no quiere
a voluntad doblegarse;
un no saber dónde hallar,
un ansia de vaguedades;
un dolor que se me clava
arañándome la carne;
un pensar, locos deseos...,
sueños anhelo inefable.

Ímpetus que se me quiebran
entre las manos cobardes;
llanto que rompe la voz
angustiada de llamarte.
Toda la vida en mis labios
secos de desesperarse;
toda la noche en mis ojos
ciegos, donde los dejaste;
toda la muerte en mi vida
pálida de soledades.

Lo que yo tengo en mi alma,
¡ay amor! tú no lo sabes;
lo que yo tengo en el alma
desesperada de amarte.

Siguiente, por favor

Tap, tap, tap. El bolígrafo rebotaba contra las hojas de su agenda, en un movimiento repetitivo. El candidato en cuestión exponía una propuesta, innovadora, sí, pero quizás no lo suficiente.
Apenas escuchaba ya, cuando se oyó el timbre de un teléfono. Apresurada, una de las auditoras metió la mano en su bolso. Al mirar la pantalla, sus dedos tropezaron buscando el botón de desconexión y, accidentalmente, una voz masculina habló a través del altavoz. Tras los sollozos y el rubor inicial, la mujer consiguió silenciar el aparato, mientras salía de la sala.

Volvió lánguidamente la mirada al candidato, y en tanto sólo pudo pensar que, en el fondo, todos somos prescindibles.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

El Lamento de la Ninfa

El madrigal se expandía a su alrededor, entre los muros de piedra. Su corazón era disonante, como el lamento de la ninfa. Y, al abrir los ojos, se dio cuenta. El concierto terminaba. Su soledad seguía ahí.

Microrrelatos 1

Conformismo

“Todo está bien”, pensaba, y al notar una lágrima deslizarse por su mejilla, se asustó.



Oficio

Tenía los ojos grises. La había invitado a cenar y no se había negado. Magret de pato, vino tinto. Tras el ruido, sólo pudo intuir su calor, rojo, desparramado por la acera. Guardé el arma y me di la vuelta. No me despedí.



Los Bikut

Los Bikut viven en el fondo de los lagos. Estas aguas proporcionan un hábitat inmejorable para su nacimiento, crecimiento y desarrollo. Éste se produce de manera gradual: al nacer, los Bikut son cuidados por sus progenitores hasta el momento en que se consideran autónomos, al llegar a la edad adulta. Llegado ese momento, suelen aparearse, según disponibilidad del mercado, y tras muchos intentos infructuosos, procrean, dando de nuevo comienzo al ciclo.

A partir de entonces, los Bikut siguen rejuveneciendo año tras año, dejando atrás ese inicial estado de vejez y dependencia paterna, para, al final de su vida, tras una adolescencia traumática e incomprendida, adentrarse en la infancia; dificultándose la capacidad de comunicación y movimiento, haciéndose cada vez más pequeños y débiles, hasta desaparecer en lo que conocemos como la “muerte del zigoto”.