sábado, 29 de octubre de 2011

Recomendando a Anaïs Mitchell

Tengo un vicio. Recomiendo música. Discos, canciones, artistas. A veces pasa: una tropieza con algo que le remueve, que le hace volver a creer en la idea de que no todo está inventado, pensar que sigue habiendo mentes despiertas que tienen algo que ofrecer. Y surge la urgencia: esto hay que enseñarlo, compartirlo.

Y es curioso el caso de Anaïs Mitchell. Tropecé con ella la primera vez en un momento en que no le di mayor importancia. Oí alguna canción, me llamó la atención su timbre de voz, pero ahí me quedé. Y ahora, casi por accidente, aterrizo de nuevo en la música de esta cantautora de Vermont, y de golpe, se me descubre como algo casi maravilloso. Con cuatro álbumes y un EP a la espalda, suena a folk americano del de siempre, cálido, de letras trabajadas, con melodías sorprendentes en ocasiones. Pero si hay algo que sorprende en Mitchell es su voz. Parece que una pueda imaginársela con una sonrisa perpetua, con energía, pese a cantar a veces los versos más tristes.

Hymns for the exiled, publicado en 2004, fue un álbum determinante. Editado en Chicago por un pequeño sello, llegó a oídos de Ani DiFranco, quien la fichó para su sello, Righteous Babe. Este álbum incluye joyas como la melancólica 1984 o Orion, un tema que no sabría describir de otra manera que no fuese “estremecedoramente dulce”.  Más tarde, en 2007, llegó The Brightness; pero si hay un álbum en que la americana muestra su potencial creativo es Hadestown.


Editado en 2010, Hadestown se autodefine como una ópera folk. El mito de Orfeo y Eurídice, no en vano primer sujeto operístico en la historia de la música y revisado incontables veces, sirve como eje para este álbum que el webzine Drowned in sound describe con estas palabras:

Mitchell atraviesa una gama tan radical de emociones,  géneros y estilos a lo largo de Hadestown, que es francamente notable que todo funcione. Y que funcione tan  brillantemente bien que en menos de una hora se cree un mundo al que quieres volver una y otra vez,  que es un modelo brillante de forma - de colaboración en sí - es nada menos que impresionante.

El reparto de esta “ópera” incluye voces tan destacadas en el panorama folk como Justin Vernon (voz y guitarra de Bon Iver, como Orfeo), Ani DiFranco (Perséfone), Greg Brown (Hades) o la misma Mitchell (Eurídice).

Para ir cerrando, algunos medios han llegado a compararla con Bob Dylan, Leonard Cohen o Gillian Welch. Yo no iré tan lejos. Pero indudablemente, se trata de alguien que merece la pena compartir. Y es que si hay algo que llene más que recomendar música es acertar con la recomendación. Y habiendo ya empezado a descubrírsela a mi entorno, por ahora llevo pleno de tres de tres. ¿Seguiremos sumando?