martes, 24 de enero de 2012

Debajo de las piedras

Recién llegada de un paréntesis en el mes de enero, me vuelvo a sentar a escribir. Parece que estos días la cosa anda revuelta, megauploads arriba y abajo, descargas sí, descargas no, libertad y libertinaje. Nadie cuenta con respuestas absolutas para esto, pero de cualquier manera, partimos de que Internet es una plataforma todavía muy reciente y en la que los cambios se suceden, como en aquella película de Mel Brooks, a velocidad absurda. Y claro, tanto legislaciones como las propias normas de convivencia se desarrollan siempre un paso o más por detrás de la propia realidad.

¿Mi posición? No puede ser. El "sálvese quien pueda" no es una buena política y si uno quiere respetar los derechos de los demás y que se respeten los propios, también deben existir las obligaciones. Me explico. Un supermercado tiene estanterías y estanterías llenas de comida. ¿Porqué pagarla si la necesito, literalmente, para vivir? ¿No sería mejor entrar y llevársela? Todos tenemos derecho a alimentarnos, que pague el que vaya al restaurante, pero el súper, para todos. Somos libres, ¿no?

Volviendo a la realidad cotidiana, la verdad es que estoy ya un poco cansada de ver como el papel del creador (incluyamos en esta categoría desde al más independiente al más comercial, tú eres quién decide el producto que consume) se pisotea una y otra vez con argumentos que apelan a una supuesta libertad del usuario. Resulta que una es músico y está bastante harta de pelearse por aquello de "si lo que os interesa es la promoción, mientras más gente te escuche mejor" o "si lo que da dinero es tocar en directo". Por no hablar de la ignorancia supina que se manifiesta en frases como "los músicos viven como quieren, mira Alejandro Sanz y David Bisbal".


Todo eso está muy bien, no voy a entrar a rebatir ahora cada una de estas afirmaciones, me escaparía del post. Y sí, las ventajas de Internet son muchas: la promoción, el contacto con tu comunidad de "fans"... Hay mucho que aprender y mucho que trabajar en este sentido, bandas como Love of Lesbian  son un ejemplo a seguir en este campo (no hay que perderse este link sobre su ponencia en l'Escola Superior de Negocis de Sant Cugat).

Pero ustedes me perdonen, vamos a lo que vamos hoy, y es que una cosa es compartir y otra cosa es mr. Megaupload. Lo sé, nos gustaría haber imaginado a este personaje de otra forma: un informático en pijama, manteniendo sus servidores, defendiendo la libertad en la red. Pero resulta que nos hemos encontrado un personaje impresentable que se ha hecho millonario a base de un portal que comparte (¿trafica?) archivos ajenos.

"Esto no mata la música: la música sigue adelante, hay músicos y bandas hasta debajo de las piedras", me dirá alguno. Pues bien, en mi opinión, si alguien no se arremanga sólo se consigue una cosa: que sigan debajo de las piedras.

PD: Sustitúyase música por literatura y se abre un nuevo panorama: ¿será el futuro de las librerías el mismo que el de las tiendas de discos?

sábado, 14 de enero de 2012

Sábado a lo Shirley Manson

Recuerdo que en la Nochevieja de 1998 pensé: "Este año ha sido perfecto". Visto desde hoy, probablemente no debió ser tan diferente de cualquier otro y tuvo como suele pasar, un poco de todo. Aún diría más, teniendo en cuenta que yo había cumplido trece años y mis emociones y hormonas no hacían más que subir y bajar de forma incontrolada, seguramente 1998 estuvo lleno de extremos: hoy risas, mañana llantos, tristeza absoluta, felicidad total y vuelta a empezar. Pero ciertamente, reconozco que me encanta el recuerdo que se ha quedado conmigo al final, y que ya intuí en aquel fin de año.

Si con algo se disparan las sensaciones y la memoria es con la música. 1998 fue el año de "Truly, Madly, Deeply", de Savage Garden (y de una María que suspiraba), de "Still the one" de Shania Twain (y de una María que patinaba sobre hielo, diría casi exultante, en el día de su cumpleaños), del "Crush" de Jennifer Paige (que me devuelve una sensación de facilidad, de verano) o del "Everybody (Backstreet's Back)" de Backstreet Boys (de la cual os podéis imaginar los recuerdos que tengo, siendo como fui una "fan fatal"). También fue el año del "Ray of light" de Madonna, que aún sigue siendo mi álbum preferido de la sacrosanta del pop, del "Bittersweet Symphony" de The Verve, que en el walkman me hacía caminar de manera diferente, o del "I don't wanna miss a thing" de Aerosmith. Ahora me doy cuenta, ¡cómo suspiré yo aquel año!

Que conste: uno de mis principios musicales es no renegar. Es decir: todas esas canciones y muchas más, seguramente mucho peores, me gustaron en su día. Y no sólo lo acepto, sino que me entusiasma volver a disfrutarlas una vez pasado el tiempo. Fue así como ayer, tropecé en la estantería con otro disco de ese año: "Version 2.0", de Garbage. Lo puse mientras me preparaba para ir a trabajar y tuvo el mismo efecto que hace 14 años. Entonces todavía quedaban unos cuatro años para que descubriese el heavy metal, y la voz de Shirley Manson era lo más próximo a una inyección de energía en vena. Shirley era una chica joven, era brusca, era sexy, cantaba con fuerza y languidez al mismo tiempo letras que clamaban: "creo que soy paranoica, manipúlame" o "cuando crezca seré estable y le daré la vuelta a la tortilla", adornada con frases que hablaban de medicación, estar encerrado o no dormir en toda la noche.

Garbage

Claro, me encantaba. Y me encanta. Así, cuando sé que necesito un refuerzo de feminidad, un plus de gamberrismo o un chute de energía, ahí siguen canciones como "Special", "Hammering in my head" o "Temptation Waits". Incluso cuando me apetece languidecer al más puro "estilo años 90", ahí están "Medication" o "You look so fine".

Así que hoy encaro el sábado a lo Shirley Manson. Y que sepáis que me he propuesto que en la Nochevieja de 2012 pueda decir de nuevo lo mismo que en aquella de 1998.



jueves, 12 de enero de 2012

Afrodisíacos para mentes adormecidas

A veces parece que la creatividad se nos resiste. La mente se duerme, y por mucho que una lo intenta, cualquier idea es una idea vaga, imprecisa, que siempre acabamos por juzgar como poco interesante y va directamente a la basura. Pasa cuando escribes, pasa cuando tocas tu instrumento, pasa cuando trabajas. Cualquier momento es bueno para que ese bloqueo, ese adormecimiento te ataque y caigas en un limbo de indiferencia. Un espacio en el que todos tus días son una copia del anterior y parece que te has quedado clavada, sin moverte en ninguna dirección.

Ante esto, no hay consejos universales, pero lo primero de todo es darse cuenta. Reconocer las señales de alarma y decidir que uno se niega a ser una ameba en modo automático. A partir de ahí, y dejando de lado la multitud de libros y artículos que abordan la cuestión de la creatividad, me apetece contaros mi remedio particular. Cuando casi sin saber me he perdido en la dichosa llanura desierta, siempre hago lo mismo: acercarme a algo nuevo. Necesito sentirme ignorante en algo, dejarme sorprender por lo que otros hayan conseguido, hayan pensado, hayan creado. Me sirve un libro de historia, un artículo en una revista, una novela pendiente, el disco que esperaba el momento de ser escuchado. Y sobretodo, me gusta pensar que estos afrodisíacos llegan a mí de manera orgánica, en el momento en que lo necesito. Que más que yo buscarles a ellos, son ellos los que me encuentran a mí.

Connan Mockasin

Hoy me permito recomendarte uno de mis últimos estimulantes: Connan Mockasin y su álbum Forever Dolphin Love. Probablemente no se parezca a nada que hayas oído antes, o se parezca a todo a la vez. Quizás te desconcierte la voz de este neozelandés, hasta te irrite. Quizás, como me pasó a mí, en un momento te des cuenta de que te has enganchado. ¿Psicodelia? ¿Neopop? ¿Electrónica? No me arriesgo a ponerle etiquetas. Crear es ser libre. Es saltarse barreras, ajenas, y sobretodo propias. Comerse las vergüenzas con patatas y enviar el resto a tomar viento fresco.

Acabo con una sugerencia: haz tu ruta de siempre con Connan en unos auriculares. No lo juzgues, simplemente escucha y fíjate en si algo ha cambiado. Y si te apetece, me lo cuentas.




PD: Un segundo vídeo sólo para los muy valientes. Diez minutos indescriptibles con una canción que te atrapa y surge de la maraña de sonido a partir del minuto 4. Se aceptan metáforas.


martes, 10 de enero de 2012

Esa extraña magdalena de Proust

En ocasiones, una sensación, un detalle, un momento, te transporta hacia un recuerdo olvidado, te hace dar un salto en el tiempo sin moverte de tu sitio. Es lo que le ocurría al protagonista de "A la búsqueda del tiempo perdido", de Marcel Proust, con su famosa magdalena. He de decir que me encantan estos viajes súbitos, que te cogen por sorpresa y te muestran o te provocan algo que no sabías siquiera que tenías.

Cova d'en Genís, Santa Coloma de Gramenet

Pues bien, resulta que este domingo salí de excursión a la montaña. Una salida un tanto descoordinada, pero que gracias a una mentalidad flexible, acabó convirtiéndose en una gran terapia de oxígeno sin estrenar para nuestros pulmones. Uno de nuestros puntos de parada fue la llamada "cova d'en Genís", un dolmen natural que, parece ser, fue utilizado por los celtas como lugar de enterramiento, allá por un lejano siglo IX antes de Cristo. Los números marean, pero sin pensarlo mucho, nos sentamos en aquellas rocas y dejamos que el aire y el sol nos tocasen la cara, las manos. Una charla ligera acabó transformándose en un silencio agradable, de aquellos que podrían prolongarse hasta el día siguiente. Y fue en ese silencio, sintiendo la piedra, el sol y el aire cuando cerré los ojos y me asaltó un pensamiento. Útopico, quizás. Romántico. Posiblemente. Pero pensé que hace cerca de tres mil años alguien estuvo en ese preciso lugar, donde ya se encontraba aquella roca sobre la que yo estaba sentada. Que quizás ese alguien cerraría los ojos al sol de la tarde, intenso como era el domingo. Y que si fue así, su sensación no pudo ser más que igual a la mía.

Lo sé, no es exactamente a lo que se refiere Proust. Pero esa conexión me resultó mágica, como mágico me resulta ese mojar un dulce en café y recordar qué pasó aquel día que creías olvidado. Y claro está, la música también tenía que aparecer. Y es que hace unos días me asaltó una emoción de esas que parten del estómago y llegan hasta el antebrazo, imposibilitándote ir más allá del momento presente. O pasado, según se mire.

Llegué a la redacción por la mañana, a mi hora habitual, y pensaba justamente en qué músicas podría encontrar ese día, si buscaría algo, ya que hacía un par de días que las canciones parecían resistirse a llegar y no hacía más que darle vueltas a las mismas listas de reproducción que han corrido por mis auriculares en los últimos meses. Pero ese día me esperaba un compañero con una sorpresa: "María, tienes que oír esto". (¡Quizás una de mis frases preferidas!)

Lo que me pasó el compañero fue un CD editado sin grandes ilustraciones ni grafismos, original, de música de órgano: "Bach in Arnstadt". ¿Dónde estaba lo que lo hacía especial? Sonreí al principio, pues al echarle un primer vistazo, me fui a fijar en si estaba protegido por derechos de autor, si sería radiable. Deformación profesional, supongo. Cuando mi compañero me dijo: sí, música de Bach, pero traída directamente desde Arnstadt, la ciudad donde el maestro trabajó en la primera etapa de su vida musical. Aún había más: ese órgano no era otro que el órgano Wender de 1703, el mismo que el propio Johann Sebastian habría tocado durante su etapa de servicio en la iglesia de San Bonifacio, edificada en 1683, y que se había restaurado a su estado original, del siglo XVIII.

De acuerdo, quizás sea por la musicología, por el violín barroco, por qué se yo. El caso es que, al escuchar las primeras notas de ese órgano, grabado en ese lugar, se me desdibujaron las formas a la vista. Mi mente salió de la redacción, y aún no sé qué cara debí poner, pero poco me importó. Esa sensación de conexión mágica estaba ahí y no pensaba dejarla escapar.

Quizás ahora sea vuestro momento. Aquí os dejo un fragmento de la célebre Tocata y Fuga en re m, escrita precisamente durante la estancia de Bach en la ciudad de Arnstadt. Interpreta Gottfried Teller, organista titular actual. ¿Quizás haya alguien que, como yo, sienta el poder de esta extraña magdalena?

viernes, 6 de enero de 2012

Natalie Wood y el sueño en claroscuro

Día de Reyes. Tras cumplir con las tradiciones habituales en un día como hoy (y que intento siempre disfrutar al máximo), ha llegado la también habitual tarde de relax, que antes una aprovechaba para jugar con las nuevas adquisiciones y ahora, pues más o menos para lo mismo, además de para dedicarse a lo que a una más le apetezca. Así, he optado por seguir indagando en ese lapso que me tiene atrapada: Estados Unidos, años 50. No me canso. El sueño americano, familias felices en casas de ensueño. Música de Sinatra, preciosos vestidos, hombres elegantes y mujeres perfectas. Claro.

Si un sueño es un sueño es precisamente porque uno acaba por despertarse. Y en este caso, toda esa fachada blanqueada escondía personalidades divididas, entre lo que se es y lo que se muestra, lo que se quiere hacer y lo que se debe hacer. Y si para alguien esa separación fue traumática y dolorosa, fue para las mujeres.

Sí, probablemente lo habéis adivinado. Esta tarde he visto un par de capítulos más de la serie Mad Men, que con el telón de la publicidad de fondo, retrata todas esas dobleces y escondrijos de la década de las últimas estrellas de Hollywood. He mencionado antes a las mujeres. Y ya que hablamos de Hollywood, me apetece presentar hoy una de las historias que más me ha atrapado: la historia de Natalie Wood, la inolvidable Deanie de "Esplendor en la hierba", la Judy que acompañó a James Dean en "Rebelde sin causa".

Ando estos días leyendo su biografía: "Natasha: The Biography of Natalie Wood", escrita por Suzanne FinstadEste libro llegó a mí pocos días después de que se publicara la reapertura del caso de su trágica muerte en las aguas oscuras de Santa Catalina. Hablar de la vida de Natalie en un solo post sería misión imposible, y ciertamente, sin haber terminado la lectura, no me atrevería a hacer balances. Pero lo que es indiscutible es que Natasha Gurdin, la mujer escondida tras la máscara de Natalie Wood, fue una mujer dividida. Educada para ser una estrella, presionada por una madre que buscó vivir su propio sueño a través de su hija. Miedos, fobias, superstición. Pero sobretodo, una mujer que debía mostrarse siempre perfecta, agradar a los demás, aunque por dentro fuese la persona más desgraciada del mundo. Es por eso que muchos recuerdan a una Natalie siempre sonriente, sin una sola queja. Pero, ¿qué había detrás de todo eso?


De cualquier modo, no me olvido de que este es un blog musical. Y hoy quiero compartir una de las canciones preferidas de Natalie, según se explica en su biografía. Se trata de "When the world was young", de Peggy Lee. La canción es una confesión en primera persona:

Me llaman coqueta y "mademoiselle"
Y debo admitir que me gusta bastante,
Ser la niña mimada de todos,
la Grande Femme Fatale,
La reina de la fiesta.
No hay nada tan alegre como la vida en París,
No quisiera ser ninguna otra persona,
Me gusta lo que hago, me gusta lo que veo.
Pero ¿dónde está la niña que solía ser?


Una Natalie de 16 años enfrascada en una relación con un hombre de más de cuarenta. Un salto a un mundo de impostura, donde nunca terminó de encontrarse. Y Peggy Lee intepretando este tema y dejándote sin aire. Compositora e intérprete, su historia merecería otro post a parte. Aquí os la dejo... ¡Y feliz Día de Reyes!


martes, 3 de enero de 2012

Lo que queremos saber de verdad

Esta semana está siendo especialmente ajetreada para una persona que me lleva acompañando muchos años, tantos que parece increíble que aún nos sigamos soportando. Mudanzas exteriores e interiores y una aventura increíble a punto de comenzar: todo ello combinado con las fiestas de rigor, realmente la admiro por sobrellevarlo a esa manera suya, tan práctica, tan de mirar hacia adelante.

Hoy la he acercado al blog porque una canción me ha asaltado hoy, y parecía que llevara su nombre escrito en una dedicatoria invisible. Andaba yo escuchando "Fora de catàleg", un programa que Xavier Salvà realiza en Catalunya Ràdio, cuando ha sonado esta pequeña inyección de energía: se trata de "O que Vôce Quer Saber de Verdade", aquello que queremos saber de verdad, original de Arnaldo Antunes, pero esta vez en voz de la cantante brasileña Marisa Monte. Lo confieso, no soy ni mucho menos experta en estas lides, pero la voz suave de Marisa parece que te habla al oído. No en vano, ella fue una de las voces más destacadas en el Brasil de los años 90, y aún sigue en activo. Precisamente de su último álbum, editado en 2011 es de donde llega esta canción.

Marisa Monte

Pero, ¿qué es lo que queremos saber de verdad? Cada uno tiene su respuesta, pero en la letra de esta canción intuimos el camino a seguir.

Vai sem direção
Vai ser livre
A tristeza não
Não resiste
Solte os seus cabelos ao vento
Não olhe pra trás
Ouça o barulhinho que o tempo
No seu peito faz
Faça sua dor dançar
Atenção para escutar
Esse movimento que traz paz
Cada folha que cair,
Cada nuvem que passar
Ouve a terra respirar
Pelas portas e janelas das casas
Atenção para escutar
O que você quer saber de verdade.

Sí, yo también he necesitado la ayuda del traductor. Pero en definitiva, el idioma es lo de menos. Así que lo dicho: a escuchar y a escucharnos. Quizás así descubramos aquello que queremos saber de verdad. En cuanto a tí, destinataria, descúbrelo todo y más, pero sobretodo, vuelve para contarlo.



lunes, 2 de enero de 2012

Acordes inesperados desde lo alto del castillo...

Rompiendo la tónica del blog, y con voluntad de hacerlo más personal, me salgo de los géneros establecidos y os confieso que hoy he caído en las redes del círculo de canciones de Robert Schumann. Sí, esta música también forma parte de mi vida, y como parte de esta Libertad Sonora renovada, voy a dedicarle hoy un espacio.


"Liederkreis", este círculo inagotable, es quizás uno de los ciclos menos conocidos del compositor y crítico alemán, quien como buen romántico, busca la expresión de las emociones más vívidas, más intensas, a través del arte. Unas emociones que vive en carne propia: una madre que no aprueba sus estudios musicales, una carrera como concertista que quedó frustrada tras un extraño experimento mecánico con su dedo anular derecho, el terror a la epidemia de cólera que asola Europa en 1894 y le hace arrojarse al Rin en un suicidio fallido. Bipolaridad, sífilis,... diagnósticos diversos para una personalidad irregular pero creativa hasta la extenuación.


No es cuestión de dedicarse aquí a la biografía del sr. Schumann, tema que daría muchísimo de sí y que es casi tan interesante como la historia de su esposa Clara Wieck, también compositora y una de las pianistas más destacadas del siglo XIX. Volviendo al núcleo, hoy me encuentro a mí misma, buscando músicas nuevas, acomodando un oído dormido y expectante en una primera mañana de trabajo de este nuevo año. Y entonces tropiezo con este "Liederkreis".


Concretamente, no he podido evitar escuchar "Auf einer Burg" varias veces. "En un castillo" es el vivo retrato de una imagen pasada, un viejo caballero de lentos movimientos, que observa a través de la ventana cómo cae la lluvia. De fondo, un reloj parado. Una ermita a lo lejos. Pájaros que cantan en las ventanas vacías. A su vista también hay una fiesta, una boda: los músicos tocan alegres, la novia llora.



Este observar tranquilo y lento, de reloj parado, nos lo enseña Schumann a través del acompañamiento del piano, que apenas regala acordes placados que parecen incluso fuera de lugar. Y ese "fuera de lugar", es lo que me ha atrapado. Porque en ocasiones, parece que las cosas no nos cuadran. Aquí es una melodía que crece y crece, pero con un acompañamiento inesperado, que parece que llega tarde, que parece que no se concreta. Hasta el punto culminante de esas estrofas del poema, donde aparece el acorde justo y preciso. No era el que esperábamos, pero no se nos podría ocurrir ninguno mejor. Y es que, ¿cuántas veces los acordes inesperados son los que dotan de sentido a nuestras melodías cotidianas?


Escucha "Auf einer Burg" en Spotify!


La versión:  Pese a que a mí, por ejemplo, me encanta la voz de Bryn Terfel, he optado por el recién llegado Henk Neven. Su interpretación no es afectada, no es grave, no le hace falta. Muestra aquello que hay escrito y que es suficientemente evocador y directo para no necesitar de grandes artificios. Y lo mismo podríamos decir del acompañamiento de Hans Eijsackers. De cualquier forma, existen muchísimas versiones de este "Auf Einer Burg", y probablemente cada uno tenga su preferida. ¿Alguien quiere compartir la suya?