lunes, 6 de junio de 2011

Scott Walker: 30 Century Man (1a parte)

Esta es una entrada especial. Llega de la mano de Xavi Vázquez, colaborador experto en materia audiovisual y como no podría ser de otra forma, un gran melómano. Su primer artículo para Libertad Sonora versa sobre el documental 30 Century Man, dedicado a Scott Walker. Sin más, os dejamos la primera parte del artículo. Gracias Xavi. ¡Esperamos que os guste!

1a parte: Scott Walker, la figura

De ídolo de quinceañeras a ejemplo de artista ermitaño. De baladas románticas a la música más oscura y desoladora que alguien pueda imaginarse. De Ohio a Escandinavia y de ahí a asentarse y desarrollar su carrera en el Reino Unido. Scott Walker es un artista de contrastes, poliédrico y misterioso. Scott Walker parece un personaje de ficción; un personaje fruto de la imaginación desquiciada y esquizoide de un escritor con aires lisérgicos. Pero no lo es.  Es tan real y palpable como el conjunto de su música.

Sus inicios en el negocio musical van asociados al grupo “The Walker Brothers” - que no eran ni 'brothers' ni Walker-. Reventaron las listas de éxitos con su debut “Take it easy”, en 1965, gracias a unas baladas melódicas muy pegadizas que volvieron histéricas a las ya de por sí histéricas fans de la época. Subieron aún más alto y tocaron el cielo con su segundo álbum “Portrait” de 1966. Pero se rompieron como un juguete tras su tercer y también exitoso trabajo de estudio.

Scott decidió probarlo en solitario. Pero, sobre todo, probó quitarse de encima el estigma de ídolo 'teen'. Y fue ahí cuando surtieron efecto los aullidos de Jacques Brel. Walker lo adaptó y versionó con gran éxito de crítica y público. Maduró como artista a través de la alargada figura del francés y, además, fue incorporando cada vez más composiciones suyas a sus álbumes. Fue una época especialmente prolífica. Se sucedieron hasta cuatro LP's en tres años: Scott, Scott 2, Scott 3 y Scott 4. No se comió demasiado la cabeza con los nombres pero guardó todo el talento para el interior de esos discos. Scott 4 está considerada la obra maestra de esa época pero, como sucede en muchas ocasiones, el público le dio la espalda y fue un fracaso total de ventas.



Tras este fiasco, Walker lanzaría algunos discos -que él mismo se ha encargado de que no vuelvan a editarse- y también auspiciaría un reencuentro de “The Walker Brothers” en 1975 bajo el título “Regrets”. El disco pasaría algo desapercibido para público y crítica. Pero sería clave en su carrera.

Corría 1978 y Scott Walker lo vio claro. El nuevo LP de “The Walker Brothers” iba a ser el último de la formación y merecía convertirse en una despedida apoteósica. Iba a ser como un ensayo donde estaría prohibido coartar creatividades. Todo valía. Cualquier exceso sería bienvenido. Y así fue como parieron un disco experimental que fue visto con extrañeza en la época pero que cautivó a gente tan 'outsider' como David Bowie o Brian Eno. Walker renació como artista y comprendió cual era el camino. Pero no cómo compartirlo. Se cerró en sí mismo y reforzó su condición de misántropo.

Seis años tardaría en aparecer “Climate of Hunter”, un trabajo que mantendría la voz de 'crooner' del primer Scott Walker pero que generaría un gran desconcierto en el público al mezclar esa voz con una mayor abstracción en las composiciones. La reclusión del cantante en esos momentos ya era un hecho. No concedía entrevistas ni se prestaba a tomarse ninguna fotografía. La rumorología a su alrededor aumentaba. Había quien decía haberle visto vendiendo en un puesto de 'Fish and Chips' y quien se había hecho con sus servicios como decorador de interiores. Lo cierto es que Scott Walker saldría de su hibernación en 1995 con “Tilt”, su nuevo álbum. “Tilt” es oscuro y enfermizo, opresivo y demente, pero se adhiere al oído con resistencia. Este disco ensalzó a Walker como figura underground para las nuevas generaciones y le llevó a colaborar con bandas como Pulp y artistas como Ute Lemper, o a componer la banda sonora del film Pola X, dirigido por el enfant terrible del cine francés Leos Carax.



Así se llega a 2006 y a “The drift”. La culminación de todo lo expuesto anteriormente. Un disco en el que da pánico sumergirse porque es muy difícil salir de él indemne. También es imposible que su escucha nos haga más felices. Pero atrapa. La percusión puede estar provocada golpeando un trozo de carne, los aullidos pueden causar terror. Y, en medio de todo este caos coherente, emerge una frase que resume un disco y una discografía, una personalidad y una vida. “Vivo. Soy el único que ha quedado vivo”.