lunes, 21 de febrero de 2011

21, el nuevo álbum de Adele

por Enric Zapatero


La clásica maldición del segundo álbum. Una de la que se salvan muy pocos. Pero tranquilos, que Adele forma parte de ese selecto grupo de artistas que consigue crear un álbum tan perfecto que deja el anterior pequeño, muy pequeño.


21 sigue la estela de 19, usando como título la edad de Adele al inicio del álbum. Y el mérito, por lo visto, se lo debemos a su ex, el que la dejó poco antes de empezar la creación del disco. Según palabras de la misma Adele, si su chico no la hubiera abandonado, ahora nos encontraríamos ante un disco lleno de letras sobre habitaciones de hotel y la fama y la superficialidad. Así que gracias a él tenemos un disco hecho desde el dolor más profundo, sincero, honesto, sencillo y a la vez faraónico, variado pero con un sonido muy marcado, y sobre todo muy, muy emocionante.


El primer single Rolling in the deep habla por sí solo. Las percusiones mandan en un tema que empieza lento, elegante y mantiene ese sonido sofisticado guiado por la perfecta y cálida voz de la artista, que nos desgarra cantándonos que podríamos haberlo tenido todo. Una colaboración imposible con Ryan Tedder se lleva a cabo en Rumour Has It, con un sonido diferente a ambos, mucho más duro y crudo, alejándose de las baladas ñoñas del OneRepublic. Temas como Turning Tables o Don’t You Remember nos muestran una Adele muy clásica, muy 19, triste, reconociendo que hay que dejar atrás las discusiones y que cuando se ha acabado, se ha acabado.


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Se quedó a las puertas de ser segundo single, pero ello no quita que Set fire to the rain sea probablemente el mejor tema de todo el álbum, por su sonido rico, su orquestra, sus guitarras y la forma en que la voz de Adele se desvive, mucho más que para el resto de temas. Un sonido muy cercano al de Alicia Keys aparece en He won’t go, mientras que en Take it all el sonido es muy clásico de balada británica, mientras le canta a su ex que se lo lleve todo, incluido su amor.


El único tema positivo del álbum es I’ll be waiting, impregnado de una extraña felicidad del tipo “yo te espero, sé que volverás”, nada sano pero la producción le da un empuje de optimismo que se agradece. Pero esa felicidad termina pronto con One & only, una canción negra al 200%, que podría haber sido de las Supremes, tanto por el sonido atemporal, la letra dramática y una voz desesperada que llama al amor que nunca volverá. Y en Lovesong todo se calma para mostrarnos unos sonidos muy mediterráneos, con guitarra acústica y algún que otro chelo. Su voz cae dulce con unas pocas frases, tópicas todas ellas, sobre el amor que siente por él.


Pero Adele se reserva lo mejor para el final. Someone like you es quizá una de las canciones más tristes y perfectas escritas en los últimos tiempos. Tener el valor de reconocer que no has superado la ruptura y cantar engañándote a ti mismo que encontrarás a alguien como él y plasmarlo en este precioso tema tiene mucho mérito. ¿Lo mejor? Su voz y el piano, y que no hace falta nada más, ningún arreglo más, y como muestra la actuación de los BRIT en la que eclipsó el despliegue mastodóntico de gente como Take That o Rihanna.


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Adele ha superado con nota la prueba del segundo álbum, deleitándonos con 11 temas que, pese a girar alrededor de un tema, el tema sobre el que más se ha cantado en la historia, consigue emocionarnos, sonar sincera, atemporal, emocionante y emotiva.

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