lunes, 28 de marzo de 2011

Entre amigos con Maria Rodés y Joan Colomo

El pasado sábado fue una noche más que interesante en el ámbito musical de la ciudad de Santa Coloma. Dos citas destacadas tuvieron lugar prácticamente a la misma hora: el concierto de La Brigada, banda de pop de autor procedente de Vilanova i la Geltrú, en la Sala Pop, y por otra parte, la segunda entrega del Sintonitzza Sagarra, este pre-festival que se inauguró con la actuación de Bigott hace un par de semanas. Así que, pese a todo, hubo que decantarse por uno de los dos eventos, y principalmente por lo inusual de la combinación y el formato, nos decidimos por asistir a la actuación de Maria Rodés y Joan Colomo.

Hemos de aclarar desde ya que esta no es una crónica de un concierto al uso. Ubicado en la recién estrenada sala Miquelet del Teatre Sagarra, con capacidad para aproximadamente un centenar de personas, se presentó como una velada entre amigos. Un entarimado reducido, algunas mesas redondas iluminadas con luz rojiza y un suelo sintético en el que nos sentamos sin problemas el resto de la audiencia. Ese fue el marco visual de una noche que empezó con la exquisita actuación de Maria Rodés, que guitarra al hombro, abrió la veda con un tema sin enchufes en el mismo centro del público. Acompañada por el buen hacer de Carola al clarinete y coros, además de a unos ingeniosos efectos de sonido, Rodés desgranó las canciones de Una forma de hablar con cariño, con el cuidado y firmeza con que se coge un objeto valioso pero frágil. Títulos como Desorden, La nana del agua o Invisible, sonaron limpios, básicos y agradables como solo pueden sonar las buenas canciones cuando se las despoja de lo superfluo.

Y tras este derroche de sensibilidad, llegó el turno del segundo invitado de la noche, Joan Colomo. Para quien no lo conozca, Colomo es un personaje de los que no abundan. Musicalmente interesante y divertido hasta el extremo en su puesta en escena, con poco se basta y se sobra. Bromeando desde antes ya de subir al escenario, se encontró cómodo en el ambiente de la sala y así nos hizo sentir a todos. Ingenio y bromas a parte, no dejan de sorprender sus letras ingeniosas y unas sucesiones de acordes que combinados con melodías particulares empiezan a conformar el sonido característico de la música de Colomo. Aunque si algo hemos de destacar de la noche, fue su capacidad de entretener al personal, que disfrutó como un enano con la variedad imposible que ofrecía tan solo con una guitarra y un pedal de loops, y donde no quedó vivo ni el apuntador. La voz de Maria Rodés se sumó a la fiesta para hacer de l'Ocell una canción aun más bonita o de La Mort un circo aún más histriónico. Así pues, una noche de las que se recuerdan, como se recuerda una buena fiesta en la mejor compañía.

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